No es secreto para nadie que la mala administración del gobierno de Venezuela ha traído como consecuencia hambre y miseria para el pueblo.
No es secreto para nadie que la mala administración del gobierno de Venezuela ha traído como consecuencia hambre y miseria para el pueblo. Basta con recorrer a medias cualquiera de los municipios del país, o navegar un poco en la Internet, para constatar esta realidad que “literalmente” ha dejado sin comida a miles de familias en todo el territorio nacional. Pero nada se compara a lo ocurrido en este último año, en el que la cena (o la comida de la noche) dejó de existir para miles que sencillamente no tienen alimento que llevar a su boca.
“Ya no es cuestión de clases sociales. Aquí todo el mundo lucha por conseguir comida porque simplemente no se consigue”, expresó Osvaldo Arrieta, un transeúnte marabino que -en su análisis para nuestros micrófonos- comparte que ya ni la clase media tiene “pan, jamón y queso” para la antes acostumbrada cena.
“La gente se está yendo a la cama sin cenar; pero lo más doloroso de todos es que los niños se quedan sin comer”, dijo. En lo que va de 2016, el desespero de los ciudadanos por conseguir comida se ha vuelto más evidente, frente a una administración pública que ha demostrado una incapacidad total en solventar no solo ésta, sino cada una de las dificultades que perturban la vida del venezolano.
Los principales problemas: La corrupción, la falta de inversión en la producción nacional, la escasez de alimentos y productos de la cesta básica, sueldos muy bajos e insuficientes y las constantes arremetidas en contra de la empresa privada… una serie de factores que mantienen un constante declive en la economía nacional, y que han contribuido con la “dieta forzosa” a la que son sometidos los ciudadanos.
“La gente hasta está más flaca, y todo es culpa de la dieta de Nicolás Maduro: la de pasar hambre por necesidad”, expresó Arrieta.
Lo cierto es que la extrema necesidad por la que la gente está pasando, los obligan a hacer solo una o dos comidas al día, cuando antes como mínimo hacían tres.
Para Amalia Aranguren, una señora “clase media” que compraba en uno de los tantos supermercados marabinos en donde ya –prácticamente- no venden alimentos, comparó sus cenas de hace algún tiempo atrás, con las de ahora.
“Los perros calientes, las hamburguesas y los sándwich de jamón y queso de antes, ya desaparecieron en mi casa para las cenas. Mis dos hijos, mi esposo y yo, a pesar de que todos trabajamos, solo podemos comer proteína en el almuerzo y en el resto de las comidas… ¡Dios proveerá!, como dijo el ilustre”, manifestó Aranguren en referencia al presidente Maduro.
Con decepción y un poco de resignación, aseguró que de comer hamburguesas y comidas suculentas, en su vivienda han pasado a comer “platano cocido sin queso, yuca con queso de año, las sobras del almuerzo o –sencillamente- que cada quien compre lo suyo”.
Cenas escasas
En un país en donde escasea el pan, la harina de maíz y de trigo, el aceite para freír, prácticamente no existen las salsas (mayonesa, kétchup y mostaza), y el jamón y el queso mantienen sus precios por las nubes, realmente no quedan muchas opciones para cenar. Si la opción es la calle (porque los comerciantes hacen “milagros” para surtirse de ciertos productos”) los precios no son nada alentadores para una economía en quiebra y unos salarios insuficientes.
Una hamburguesa en un restaurante estándar en Caracas, oscila entre los 4.500 y 6.000 bolívares… hablamos de seis millones de los “viejos”; lo que implica que, para salir a cenar, una familia de cuatro personas gastaría lo equivalente a dos sueldos mínimos.
Maracaibo y el resto del país no se quedan atrás. Los precios de la capital, que hace años eran los más caros de Venezuela, hoy en día son una muestra promedio de lo que cuesta comprar la comida. Un patacón callejero en un puesto de comida de Maracaibo, por ejemplo, supera los 5.000 bolívares y solo alcanza para una persona.
“En la calle ya no se puede comer. Los precios están extremadamente elevados y ningún asalariado podría darse el lujo de estar comiendo en fuera de su casa. La situación es realmente alarmante”.
La estafa de los Clap
La “gran solución” del gobierno para matar el hambre del pueblo, se tradujo en entregar bolsas de comida a la gente. Asesores nacionales e internacionales -que seguramente le costaron cientos de miles de dólares a la nación- llegaron a la conclusión de que una bolsa de alimentos básicos cada tres semanas, acabaría con la miseria.
“A mí nunca me ha llegado”, dijo una señora clase baja que no quiso identificarse. Señalamiento que sus compañeros de cola (en una farmacia) apoyaron; pues ellos aseguran no haber sido beneficiados con la “solución” que el gobierno de Maduro encontró para acabar con esta problemática.
“Eso es una estafa. Se lo reparten entre ellos mismos para luego revenderlos en el mercado negro como los propios bachaqueros que son”, refirió. Pero en vez de apoyar empresas que contribuyan a la producción nacional y así garantizar los tres alimentos diarios para los ciudadanos, la forma más “creativa” que al parecer tuvieron fue la de las bolsas de comida. Pedro Palma, economista y director de Ecoanalítica, criticó que el Gobierno le haya dado la espalda a empresas como Polar que, a su juicio, han contribuido a producir alimentos para los venezolanos.
“La gente quiere y tiene sentido de pertenencia con Empresas Polar, porque sabe es una empresa que ha trabajado y está luchando contra todo para poder producir alimentos de la cesta básica. El Gobierno, inteligentemente, debería apoyarlos y hacerlos sus aliados, pero el tener una ideología política distinta es algo que Maduro y su gabinete no pueden perdonar”, dijo en una entrevista realizada por el periodista Cesar Miguel Rondón.
En miseria
Recientemente, la foto de una niña escudriñando la basura para ver si conseguía residuos de comida que le quitaran el hambre, destrozó los corazones de muchos. “Es que la realidad en Venezuela es que hay quienes se quedaron sin cenar porque no les da la base para comer tres veces al día… estos se van a la cama con hambre. Pero hay otros que simplemente no tienen para comer ni una vez al día”, expresó Palma.